Aquí tenéis la primera composición escrita ganadora de 4ºB de ESO, con un 50% de los votos.
¡Enhorabuena a los ganadores!
QUERIDO DIARIO
Ya se ha cumplido una semana desde que estoy con mi madre y las cosas no han mejorado. Esta mañana he vuelto a caer en otra de sus encerronas.
Me propuso salir a dar un paseo y desayunar en la cafetería de debajo de casa, donde iba de pequeña a desayunar todos los días con papá unos gofres de chocolate riquísimos. Me ha sorprendido su propuesta, porque cuando estoy con ella no salgo de casa más que para ir al colegio. Yo toda ilusionada me puse la sudadera nueva que compré con papá el fin de semana pasado y acepté con la esperanza de que algo mejorase.
Pasados 20 minutos desde que llegamos a la cafetería se presentó una amiga suya, Carmen, con su hijo Manuel, del que mi madre ya me había hablado muy bien. Una vez con el desayuno delante, nuestras madres no paraban de hablar de lo buenos que éramos el uno para el otro, pero no se daban cuenta de lo incómodos que nos sentíamos.
Cuando llegamos a casa se volvió a repetir la misma historia de siempre, ella no paraba de repetir lo mal que me iría en la vida si seguía encerrada en mis libros y no aceptaba casarme con algún hombre rico. Mientras, yo no paraba de pensar que solo me quedaban dos días para encontrarme de nuevo con mi padre.
En los siguientes días no cruzamos ninguna palabra y cuando me quise dar cuenta ya estaba con las maletas preparadas esperando a mi padre. Nada más vernos nos fundimos en un abrazo llenos de esperanza e ilusión.
Cuando llegamos a casa le conté lo sucedido durante la semana a mi padre, me temblaba la voz, trataba de esconder mis lágrimas pero pronto mi padre se dio cuenta me cogió de la mano y fuimos en dirección a nuestra heladería favorita. Pedimos un helado de menta y pistacho. Sentados en la terraza de aquel lugar me contó sus clásicos chistes de los que nunca me cansaba. Pronto se hizo de noche, pero antes de irnos me explicó que no necesitaba a nadie para ser alguien en la vida.
Cuando estaba con él me sentía segura y a la vez libre, no me juzgaba ni tomaba decisiones sobre mí. Me hacía comprender que solo yo debía tomar las riendas de mi vida.
Óscar Olmedo (pseudónimo)